Bodegón Serrano
Grupo de investigaciones cinematográficas.
Universidad de Cuenca
En el marco del proyecto documental Bodegón serrano, impulsado por el Grupo de Investigaciones Cinematográficas de la Universidad de Cuenca, se desarrollaron en 2024 dos instancias expositivas que constituyen, en su conjunto, un primer bloque de pensamiento y acción dentro de un proceso artístico anclado en el cruce entre cine, curaduría, arte visual y memoria alimentaria.
Las exposiciones —Viva, la naturaleza muerta, realizada en La Casa de los Arcos, y Naturaleza viva con mujeres y alimentos terrestres, llevada a cabo en el Mercado 10 de Agosto— proponen, desde registros distintos, una lectura crítica y sensible del alimento, de los cuerpos que lo trabajan y del territorio que los contiene.
La tradición del bodegón en las artes visuales ha sido históricamente comprendida como un “género menor” dentro de las jerarquías pictóricas occidentales (Gombrich, 1992). Sin embargo, esa marginalidad ha abierto un campo fértil para la exploración de lo cotidiano, lo doméstico, lo comestible, como escena donde se condensan relaciones de poder, deseo, subsistencia y símbolo. Viva, la naturaleza muerta retoma esta genealogía y la entrecruza con la historia y el presente del arte cuencano. Obras como Pan y circo (Gabriela Andrade), Tamales (Diego Jaramillo), Fin (Juana Córdova), Sagrado bodegón (Lanner Díaz), Tubérculos (Patricio Palomeque), 10 am (Pablo Cardoso), Frutas de Noviembre (Ariel Dawi), Solo pulpas (James Pilco), 10 de agosto (José Saca), El pan (Galo Mosquera), Uccello Morto (Janneth Méndez), Memorias de cocina (Mónica Malo), Bobby, cuerpos invisibles historias permanentes (Ximena Moreno), trabajan el alimento no solo como objeto de representación, sino como detonante de memoria, afecto y reflexión política. Desde distintas materialidades y lenguajes, cada pieza construye un modo de ver lo alimentario como espacio simbólico y social..
Esta estrategia curatorial se inscribe en lo que Jacques Rancière llama un “reparto de lo sensible” (Rancière, 2000): una redistribución de aquello que merece ser visto, pensado, sentido. Así, lo que en otros contextos es percibido como banal —una rodaja de pan, un cuchillo, un tamal envuelto—, aquí se revela como escena densa de memoria cultural, afectividad colectiva y política del deseo.


En paralelo, Naturaleza viva con mujeres y alimentos terrestres traslada esta reflexión al corazón mismo del mercado. Las imágenes retratan a las vendedoras en sus puestos de trabajo, rodeadas por los alimentos que ofrecen y los objetos que organizan su jornada. Más que representar, las fotografías producen presencia, resonando con la definición de obra de arte como “bloque de sensaciones” de Deleuze y Guattari (1997): una composición de perceptos y afectos que excede el lenguaje, pero lo atraviesa. En este caso, se trata de una estética de la cotidianeidad que, lejos de romantizarla, la reconoce como una forma de saber encarnado.
Esta exposición, situada en el acceso principal del Mercado 10 de Agosto, no solo rompe con la lógica museal sino que implica un acto político: devolver la mirada, en términos de justicia simbólica, a quienes históricamente han sido invisibilizadas como trabajadoras culturales. Las mujeres retratadas participan en el proceso de exhibición. Esto articula el dispositivo artístico con lo que Boaventura de Sousa Santos llama una “epistemología del sur”: una forma de conocimiento no extractivista, generada en diálogo con saberes populares, orales, comunitarios.


Ambas exposiciones forman parte de un proceso más amplio de producción de conocimiento desde las artes. No se trata de un suplemento decorativo de la teoría, sino de una forma plena de pensar el mundo. El proyecto, al movilizar múltiples lenguajes —fotografía, pintura, cine, relato oral, curaduría, archivo— despliega un modelo metodológico coherente con el paradigma de la transdisciplinariedad, integrando prácticas empíricas, sensibles y reflexivas.
Además, el anclaje territorial —el Mercado 10 de Agosto como locus productivo, simbólico y afectivo— lo sitúa dentro de las discusiones contemporáneas sobre la investigación situada (Haraway, 1988; Trinh Minh-ha, 1991), entendida como una forma de generar conocimiento desde la posición corporal, geográfica y política de quien investiga. Esta perspectiva, central en los estudios feministas y decoloniales, rechaza la idea de una mirada neutral o universal, y propone pensar desde el lugar que se habita. El alimento, los cuerpos y los objetos cotidianos funcionan aquí como dispositivos epistémicos desde los cuales leer lo social, lo económico y lo espiritual. Se trata de una arqueología visual de la vida ordinaria que revela su potencia como archivo cultural.
Esta primera fase del proyecto Bodegón serrano establece una base metodológica sólida para pensar las artes como modos de conocimiento comprometido con lo real. Las exposiciones Viva, la naturaleza muerta y Naturaleza viva con mujeres y alimentos terrestres constituyen dos polos complementarios: uno especulativo, otro empírico; uno museal, otro callejero; uno autoral, otro colectivo. Pero ambos confluyen en una misma pregunta: ¿cómo hacer del arte una forma de pensamiento sensible que intervenga en lo concreto sin renunciar a su potencia estética?
Estudio Ráneo
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